jueves, 31 de enero de 2013

Urtegi Alde. Comida de verdad


Tierra bellísima donde las haya y un lugar encantador, donde se encuentra este Restaurante con mayúsculas, que muy cerquita de Vitoria, en Urrúnaga, al lado del pantano, te sorprenderá con carnes y pescados tratados con la exactitud que merecen, para que deleiten absolutamente el paladar.

Al entrar, seguramente te encontrarás con ese chico de rizos, y ojos tremendamente azules, que se llama Charli y que suele andar detrás de un cartel artesano que ronda por la barra, en el que se lee “no hay servicio de barra”. El encanto de Charli y su simpatía, hacen pareja con el de Amaia, la camarera morena, de sonrisa amable, que te acercará la carta, una vez os haya dado mesa, donde seguramente, después, os visitará el señor Carlos, que es el hombre alto y grande, un poco calvo (lo de un poco es por el cariño) y con una fantástica marca en su despejada frente. Esa mancha, su cara de buena persona, que no le hace justicia, porque es aún más buena persona de lo que parece y otras muchas cosas, son lo que le hacen peculiar, entrañable y muy querido.

Es recomendable dejarse guiar por su criterio en cuanto a vinos. Sabe mucho y de primera mano de este y otros elixires con los que hacer aún más agradable un buen plato o una conversación. El os llevará seguramente la carta de vinos.

Bien, mientras las dudas acometan vuestra mente al leer la carta, yo no puedo aconsejar demasiado, porque todo lo que pasa por las manos de Fernando, el cocinero, estará maravillosamente preparado, y sobre todo, tendrá una calidad inmejorable y le habrá puesto el cariño, la dedicación y el extraordinario criterio de principio a fin, de una persona que sabe con lo que trabaja, lo mima y mima el paladar de quien va a degustarlo en el plato.

La historia de este restaurante, es amable y cercana, como las personas que he nombrado y que son el alma del Urtegi Alde. Aquel restaurante pequeñito, que nunca tenía mesa, ni para los amigos, que terminábamos cenando en el reservado con otros tantos amigos del dueño,  aquel, que sí tenía mesa, cuidaba que los que sufrimos el frío más de la cuenta, siempre tuviéramos una mesa cerca de aquella chimenea, que caldeaba y daba calor a aquel comedor, con pesebres de animales y sus correspondientes argollas, que un buen día, se convirtió por ampliación en un restaurante moderno, amplio, manteniendo eso sí, el comedor pequeño con su chimenea y sus pesebres.

Puedo contar tantas anécdotas de este lugar y de Carlos, que tal vez me ganase más de una o más de dos collejas, pero lo que sí puedo decir sin temor a que nadie me regañe, es que aquí, se come y se come muy bien.


Pero para dejar claro qué le hace merecer a este Restaurante que se nombre aquí, dejando aparte la amistad y el cariño, creo que hay una circunstancia especial que puede documentarlo perfectamente. Entre las personas con las que he compartido mesa en este restaurante, hay un industrial, admirado y muy querido por mí, acostumbrado a deleitar su paladar en los restaurantes con más renombre de España, que siempre, cuando nos sentábamos a la mesa del Urtegi Alde, hacia algo que no hacía más que cuando revisaba los números de su empresa: buscar las gafas y ponérselas, para comerse el cogote de merluza, que pedía, sólo para él. Y cuando veía que me reía porque repetía la misma ceremonia cada vez que comíamos allí, me decía “hija, es que ante esta maravilla, no hay que perder detalle y hay que disfrutarlo con todos los sentidos”. Creo que es suficiente lectura, porque a pesar de compartir mesa con él en el Zalacaín, o en el Mesón Donostiarra, en el Rebeco o en la Pepica, sólo en el Urtegi Alde, le he visto sacar las gafas, para “disfrutar con todos los sentidos”.

Es altamente recomendable ese cogote, buenísimo, con un tamaño, unas hechuras y una calidad espectaculares, añado que nadie te va a mirar mal, si haces barcos en la salsita.

Altamente recomendables son todos los pescados que hace a la plancha o en las brasas Fernando, porque en todos pondrá su saber a la hora de tratarlos y también de escogerlos para llevarlos a su cocina, y después a la mesa,  del mismo modo que hace con las carnes. Esos chuletones imposibles, son “peccata minuta” una vez que troceados, empiezas  a comer y ves la grasita amarilla nacarada, los tres tonos que tiene la carne de dentro a fuera, desde el rojo rubí, brillante, a punto de sangrar, pasando al rosado que va palideciendo hasta  llegar al dorado marrón de la parte exterior que ha tocado el calor, para así sellar toda la parte externa de la carne y que queden dentro todos los jugos y todo el sabor soberbio y poderoso de la carne de vaca que solo se acompañará de unas estupendas patatas fritas y seguramente algún pimiento, y no llevará más aderezo que la sal en escamas. Al igual que el entrecot a la brasa, o el solomillo. Limpios y sin mucho adorno, para que sepas que estas comiendo.

De todos los entrantes, mi especial querencia es por las almejas a la plancha y la razón es simple. La sencillez. A veces un plato se hace grande por sí mismo, cuanto menos aderezo tiene y este es el caso. Almejas, aceite y ajo. Ni más, ni menos. Eso sí, el ajo refrito, está en su punto justo y alaga el sabor de las almejas, fresquísimas, llenas, sabrosas y en su punto justo. Y no puedo olvidar las anchoas con vinagreta de tomate…que son espectaculares.  Otra receta de Fernando, inolvidable, el fiambre de manos de cerdo con langostino sobre compota de tomate…Inconmensurable.

No puedo dejar a parte el estupendo trato que le dan al bacalao en esta casa, un bacalao de calidad, que en las manos de Fernando, culmina en recetas sublimes, con un píl píl magistral, o un ajoarriero impresionante, sin olvidarnos del bacalao a la brasa.

Puedo seguir enumerando las maravillas que uno puede disfrutar en esta bendita casa, sus verduras, sus recetas de cocina creativa, sus guisos de “siempre”, su incalificable revuelto de “perretxicos”, pero creo que ya ha quedado claro como se come aquí. Aun así, queda la parte más tierna de una carta y fuera de carta espectaculares, quedan los postres.

¿Para qué voy a mentir? Mi querencia por el dulce, es casi preocupante, pero aquí, tengo que ser transparente: todos los postres son magníficos. Los helados, el volcán, el “goxua” casero….PERO hay una tarta de manzana caliente, que es la ternura hecha postre. Esa tarta es delicadeza, suavidad y sabe a cariño. Y a manzana, claro está. Y la excelencia absoluta es de la tarta de hojaldre con crema inglesa, regada con chocolate caliente o no,  con la que ocasionalmente uno puede deleitarse. Esta tarta es la demostración del cariño con el que se hacen las cosas aquí, porque el hojaldre, hay que separarlo una y otra vez con el rodillo,  para que quede en mil hojas finísimas y eso sí se ha hecho, esta y sí no se ha hecho, no está, y en esta tarta, si, si están todas las hojas finísimas, suaves y tan tiernas como la ternura que pusisteis en la tarta de la niña de mis ojos.

Sí, creo que este restaurante es uno de los imprescindibles, si uno quiere tener referencia correcta de cómo se come en el  País Vasco y sí, sin duda, las personas que son el alma de este Restaurante, son también referencia estupenda del carácter de esa tierra.

Dicho esto, no dejo duda alguna a que la atención es estupenda, la profesionalidad encomiable, la calidad superior, el precio adecuado y sobre todo, Carlos es una gran persona y no sólo por su tamaño.

Aquí, la carne sabe a lo que tiene que saber la carne y el pescado, a lo que tiene que saber el pescado. Ni más, ni menos.

miércoles, 16 de enero de 2013

Restaurante El Puerto "Casa Seín" en Bustio.


Ya que empecé hace días mi ruta gastronómica por Asturias, hoy, con especial cariño, voy a continuarla en Bustio. Precioso lugar, con olor a mar  y un encanto especial para la vista. Una vez que has llenado tus ojos con la observación de la playa de la Franca, te has paseado por la empinada cuesta que alberga el camino que baja a playa Pechón y te has sudado la camisa para subir otra vez hasta el “prau” donde deberías haber aparcado tu coche, entonces, merecidamente acércate a Bustio, busca un restaurante que todos conocen por “Casa Seín” pero que se llama Restaurante ElPuerto y déjate regalar los ojos con su carta.

Si tienes la suerte de que tu visita sea en verano y te apetece, mejor tener mesa en la terraza, que tiene un encanto especial, tanto a mediodía como a la noche y piensa que ese hombre alegre que te ha llevado la carta, seguramente será Javier, alguien que desde hace muchos años, ofrece cercanía y amabilidad al hacerte llegar lo que se prepara en la cocina.

El picoteo, por el que empieza la carta, requiere mención especial en cada uno de sus platos, pero especialmente para mi gusto, los bombones de foie con mermelada de manzana reineta, que son una deliciosa conjunción de sabores para el paladar.

Al llegar al picoteo caliente…pues francamente no sé si decir algo. Puede sorprender lo de “croquetas de las de siempre”, pero es que han pasado los años y son las de siempre, crujientes por fuera, cremosas por dentro, una bendición para el paladar y para que cuando te comes la primera se te quede cara de idiota, al menos a mí, me pasa. Y siempre pienso lo mismo…. jolín, que buenas. Pero como hay que seguir, llega la vista después de las rabas, a las albóndigas…estas también son las de siempre, las de toda la vida y la especialidad de la casa (y de la mía). Sorpresa sorprendente, albóndigas en salsa verde, de merluza y gambas.

Es con mucha diferencia la receta de albóndigas mejor que he tomado en mi vida. Las albóndigas, son una delicia, tiernas, jugosas, redonditas, sabrosas. ¿La salsa? La salsa es de esas cosas que me hace recordar una frase de un buen amigo perdido por las Américas, que suele decir ¿Por qué todo lo que más me gusta, es malo o es pecado?, pues bien, esta salsa es tan buena, que te haces todos los barcos de pan que puedes, pero aun así, te quedas con ganas de ver si nadie te mira y pasar el dedo por lo poco que queda en el plato. Reconozco que todos los picoteos son una delicia, que el pisto con buey de mar y gambas esta riquísimo, y los pimientos rellenos de marisco, son magníficos, y las rabas fresquísimas, pero…las albóndigas, son punto y aparte. Esas albóndigas, son de otro mundo.

Llegados a este punto, en que ya has leído los entrantes, se presenta un pequeño dilema, hay marisco para picar y hay que ser sinceros, no sólo tienen siempre un marisco estupendo y fresquísimo, sino que además, siempre lo preparan magníficamente.

A partir de aquí, cuando parece que ya se han tomado las decisiones difíciles, es decir, como vas a empezar la comida, se vuelve a plantear otra disyuntiva importante ¿Qué tomar de plato principal? , pues bien, hay que decir la verdad, el guiso, los chipirones en su tinta, son para dejarte también los dedos untando en el plato. Pero los pescados….qué lubina al horno con lecho de patatas, que rodaballo, que…yo no puedo aconsejar en cuanto a pescados, puedo decir que el pescado que te comerás será fresquísimo, será de una insuperable calidad, y lo mejor es que te lo prepararán tan bien, que te chuparas los dedos y disfrutaras como un enano.

Pero claro, no es tan fácil, no. No solo está el guiso y el pescado, no. Tienes la opción del marisco y aquí, ya sin paliativos, el mejor bogavante que yo he tomado en toda mi vida, lo he tomado aquí, en Casa Seín. Fresco…te lo presenta Javier vivo,  antes de echarlo a la plancha y puedes mirarle a los ojo e ir pensando que aquí, si o si, te vas a chupar los dedos, porque te lo van a servir con esa “costrita” que se hace al poner la carne del animalito en la plancha ardiendo, que sella la carne para que todo el jugo se quede dentro incluso en la cabeza y para que después de que lo tengas en tu plato, te despaches a gusto con la cola con cuchillo y tenedor, y con la cabeza, con la paletilla, te rindas a la obligación de chupar lo que no ha querido salir, lo pegadito y todo lo que puedas, porque no solo es el bogavante, es ese aliño genial que le han puesto para que no se esconda el sabor del crustáceo, sino que se multiplique y se magnifique y te chupes los dedos con toda la satisfacción del mundo.

Llegará el postre: las natillas, la cuajada, y el arroz con leche, son buenísimos… y el soufflé de chocolate, ideal para niños, y el colofón para los que sufrimos de goloseria innata.


No recomiendo vino, porque profeso absoluto respeto por los paladares ajenos, y lo que para cada uno sea un buen maridaje, pero indudablemente, un Ribeiro, un Albariño, un Viura irían como anillo al dedo. Pero si a mi elección se debe, yo tomaría un Mencía de la Ribera Sacra o un Verdejo (cualquiera, pero monovarietal a poder ser).

Bien, hasta aquí, el arte de comer y beber. A partir de aquí, un cariñoso saludo a Javier,  a todos los que hacen posible que se esté tan bien allí,  incluyendo sobre todo a quien azuza los fogones, por el cariño con que hacen su trabajo, consiguiendo elevarlo a la categoría de arte. El trato en este lugar es delicioso, la comida excelente y el precio correcto.

Y para finalizar este pequeño retrato, no sé si debo, pero quiero dedicarle estas letras mal ligadas a dos personas entrañables para mí.

En primer lugar a Manolo, por llevar Asturias en los ojos y enseñármela. Va por ti Amigo, estés donde estés.

Y en segundo lugar y no menos importante, va por mi buen Amigo “el de los Ridruejos” el tenedor de MI receta de albóndigas y también de mi sincero cariño. Por estar.


viernes, 4 de enero de 2013

¿Y el cocido? ... Lebaniego


Hay cosas que hay que hacer por lo menos una vez en la vida. Esta, para mí, es de obligado cumplimiento, y pueden estar seguros de que he reincidido al extremo de considerar que una de las maneras que elegiría para morir, sería, en la terraza del Oso, después de haberme comido un cocido lebaniego.

Bien, creo que lo he dicho todo en pocas palabras, pero voy a explicarme un poco mejor. Dice la Wikipedia  que es un guiso de interior, cuyos componentes esenciales son los pequeños garbanzos de Potes, las patatas y la berza (hoy en día el repollo por falta de berza) a los que se añade el compango procedente del matacíu (es decir, la matanza) del chon (chorizo, morcilla, tocino, hueso de jamón), además de carne de ternera (cecina, hueso de rodilla y zancarrón) y relleno, que es una masa hecha de miga de pan, huevo, chorizo y perejil.

Pues dicho así, ya suena importante, pero claro, toda la zona de Liébana, que es de donde es típico, es amplia, con lo que bueno es buscar cual es el que nos agrada más, y claro, tomas uno, tomas otro, te sube el colesterol, pero…llegas al cocido perfecto (en este recorrido, habrás disfrutado de otras cien recetas estupendas, porque la zona da para eso y para más).
A este cocido, que cada vez que te lo comes te sabe a gloria y cada vez que lo recuerdas a kilómetros de distancia, la boca te hace jugos.

El  Restaurante del hotel El Oso, de Cosgaya, ofrece una carta estupenda y amplia, con una calidad en productos, absolutamente magnífica y con unas preparaciones que rozan la perfección absoluta. Si a esto le añades que el comedor es acogedor, el personal que te atiende, amabilísimo, el precio francamente asequible  y el entorno incomparable, no queda más que calificar de excelencia absoluta la estancia en El Oso. Pero aún queda algo que no tiene calificación con palabras. Hay un jardín, precioso, y un pequeño porche…el sofacito del porche, debe ser el infierno donde me condenaré por disfrutar desmedidamente de él, después de un buen cocido, junto con un buen orujo y en compañía de amigos muy queridos.

Os dejo la receta del cocido como un guiño cariñoso para los que disfrutéis de la gastronomía sencilla y sobre todo, para los que alguna vez viniendo de lejos, se dejaron sorprender por esa costumbre mía de demostrar que muchas veces las cosas, no son lo que parecen.

La ruta del Cares, mejor hacerla antes de comer y subir a Picos, casi también….


miércoles, 2 de enero de 2013

Restaurante Casa Miguel Angel - Punta del Moral


Hoy me voy al sur para empezar el año, a un lugar precioso que lo era aun más cuando yo lo conocí allende los tiempos... Punta del Moral, o Isla del Moral, como prefiráis, lo cierto,  es que ese pequeño pueblo pescador, conduce pasando por el puente  del Caño de la Mojarra, a un lugar fantástico para los ojos y para la paz.

Yo lo conocí con un puente que daba…miedo. Sin estatuas, con un paseo marítimo pequeño (unos 300 metros), y…solo un hotel “grande”. Eran otros tiempos, es verdad. Aun así, sigue manteniendo un encanto especial en muchos aspectos.

Si eres madrugador, puedes bajar a la playa, caminar y caminar en dirección a Isla Canela e ir notando como despunta el sol y va calentando tu espalda. Si escuchas, es fácil oír a los pescadores de bajura en sus pequeñas barcas y mirando el océano, encontraras primero, los pescadores de coquinas, y poco más dentro de la bahía, las barquitas. Es amable escuchar sus voces y sin duda, más amable encontrar en el mercado cada día, lo que ellos han pescado. Al regresar para La Punta, el sol ha subido en el cielo y va templando el ánimo con todo su rigor. Pocos son los animados caminantes que encontrarás, porque en esta inmensa playa, no hay mucha costumbre de madrugar, y la paz rebosa por doquier casi hasta las 11 o más de la mañana. Sin duda, la mejor hora para pasearla y disfrutarla en soledad, es la primera hora de la mañana, aunque a lo largo del día, serán muchos los que la recorran, y más al atardecer.

Yo descubrí aquí, que el mejor sitio de la playa a determinadas horas, es el chiringuito y la sombra. De los chiringuitos, no voy a hablar, hay varios, pero creo que es importante hacer mención, que en más de uno, preparan una raya con tomate, que quita el sentido. Y en alguno, se puede jugar al mus después de comer mientras ves atardecer y palidecer tu copa, fumándote un cigarrillo.

Pero a lo que iba. En el pueblo, precioso, con aroma marinero te puedes encontrar las barquitas varadas en la arena si vas paseando por la Avenida de la Palmera, que rodea todo el pueblo al lado del mar. Te encontraras con el puerto deportivo, la bocana para pescar pulpos por la noche y cambiar impresiones con pescadores de toda condición y edad. Tiene mil encantos este precioso rincón, pero para mí, hay uno que es de especial mención y es el restaurante “Casa Miguel Angel”.

Miguel Angel es un andaluz de palabra encantadora, de sonrisa amable y educada, que toma las comandas y te aconseja con primor, siempre. Cuando ya te conoce, es un tipo divertido, con una pronunciación enrevesadamente increíble del castellano, a quien se le toma cariño por que es fácil adivinar que es “buena gente”. Te ofrecerá su carta, o te contará, según se tercie, las cosas estupendas que tiene para ofrecer a tu paladar. No es un canto de sirena…para nada. Las coquinas del Miguen Angel, son divinas, con sólo ese aceitito de oliva, esos ajos y ese vino blanco…Las almejas ¡¡¡ cuidado!!! Nada que envidiar a otras con fama y mucho nombre, estas son espectacularmente buenas, carnosas, sabrosas… Te contará la carta que tiene pescado frito y si, telita con los fritos, acedias, pijotas, chocos…frescos que si no hubieran pasado por la sartén, te mirarían a los ojos antes de saltar de la bandeja. Verás el marisco, memorable de principio a fin,  las ensaladas…El tomate con ajo es, simplemente una bendición, por la calidad del tomate, y por el mimo del sencillo preparado, ajo, aceite, sal y vinagre. Dicho así, parece nada, pues no, es la perfección en el aliño. Veras una ensalada de pimientos asados, si la tomas, es espectacular. Y ahí, veras las ovas de choco. A mí, me llamo mucho la atención, huevas de choco a la plancha, manjar de manjares, con un simple pero acertadísimo aliño de aceite de oliva con una majada de ajo y perejil, delicioso. Verás que hay arroces y paellas, múltiples, pero sin lugar a dudas, el mejor arroz de Miguel Angel, para mí, es el arroz caldoso o arroz marinero.

Siempre que he comido allí, siempre, me ha pasado lo mismo. Tomas su tomate, sus coquinas, alguna fritada de pescado, unas ovas y entonces, cuando estas terminando, llega la cazuela de arroz y quien te la deja, te dice muy amablemente “déjenla reposar un poquito”. A los dos minutos de soportar a duras penas ese olor que te hace la boca agua, nadie se resiste, a pesar de haberte tomado unos magníficos entrantes, a meter el cazo, y ponerse un poco de ese arroz que humea en la cazuela.
El arroz arde, el caldo rojo coral, te deja la lengua dolorida y llena de sabor a mar y esta tan rico, que sigues comiendo como un poseso, y terminas esa primera cazada y te pones otra y así, hasta que se termina. Pero es cierto, lo último que te sirves en el plato de la ración generosísima de arroz, está tan bueno, que si te quedase algo de sitio en el estomago, te pedirías… ¡¡¡otro arroz!!!

Miguel Angel, es una bellísima persona, con una simpatía y un encanto muy especial, pero a pesar de eso, la mención especial es sin duda para MICAELA, una persona encantadora,  que es la artista de los pucheros, la que cuida con esmero cada arroz, la que sabe de medidas, de condimentos, y la que hace que a cada mesa, llegue la calidad de productos del día, aderezados tan maravillosamente que los convierte en absolutos manjares. No olvidéis felicitarla antes de iros, le suele dar mucha vergüenza, pero se lo merece, ya lo veréis.

La sangría de Miguel Angel, es peligrosísima, pero entra muy bien, a pesar de eso, tiene vinos que merece la pena probar. Y después de eso, y como última sorpresa, es que la satisfacción  que os habréis dado, tiene un precio mucho más que razonable.  

He tenido la suerte de disfrutar muchísimas veces de su comida, de su compañía,  de su calidad como personas y de su encanto y solo puedo decir a todos los que formáis parte del restaurante “Casa Miguel Angel”…. Gracias.

Gracias por que sois una familia encantadora, que de dar de comer a los que llegan a vuestra casa, habéis hecho un arte y porque en vuestra sencillez de recetas de siempre,  entregáis a los paladares ajenos muy generosamente un saber heredado admirable.